Continúa el viaje de la Musicografía Braille de Arica a Punta Arenas
El sábado 28 de mayo, el Centro Cultural de España abrió sus puertas para un concierto especial, que reunió el sonido con tintes de raíz de la artista chilena Elizabeth Morris, con un ensamble inclusivo que reorquestó sus canciones, utiliando nuevos métodos de escritura que trazan puentes para la accesibilidad en la educación musical.
Por Santiago del Valle Dávila
Mientras se apagaban los ecos del último acorde de “Sabor a Mí”, la presentadora se asomó al escenario entre los ocho músicos que lo ocupaban y, acompañada de la intérprete de lengua de señas, anunció a la invitada especial de la noche: Elizabeth Morris.
Tras el aplauso de la audiencia del Centro Cultural de España, la destacada cantautora nacional interpretó algunas de sus canciones más conocidas, como “Hacia otro mar”, “Décimas” y “Agua para chocolate”, acompañada con la fuerza del ensamble y los arreglos del director, Octavio Oyarzún. El concierto llevaba por nombre “Música sin Límites” y tras bambalinas existía el ajetreo típico de todo evento musical: carreras de última hora en busca de cables de repuesto, cambios en la disposición escénica hábilmente manejados por la sonidista del equipo, equipajes de los músicos viajeros, maletines de guitarras y teclados, y atriles de partituras. Pero buena parte de las partituras que daban vueltas entre el escenario y el backstage no tenían las llaves de sol, corcheas y silencios brillando en tinta negra. En hojas gruesas y blancas, la mitad de los músicos revisaba sus partes con las yemas de sus dedos: así es la Musicografía Braille.
“La partituras te dan, en este caso, una noción de dónde tu estás situado al momento de ensayar. Te dan nociones rítmicas, armónicas, te posibilitan estar a la par con los demás”, explica Camila Garrido, una de las cantantes. Ella y otros cuatro músicos del ensamble tienen discapacidad visual, incluyendo al director; cuyos arreglos y orquestación para las canciones son transcritos a Braille por la Fundación IDAVA, e impresos para ser utilizados en los ensayos.
De esta manera el lenguaje de la música escrita cruza las brechas de la visión y cambia la comunicación entre músicos con y sin discapacidad. Se trata de una solución práctica a un problema de accesibilidad que afecta a todas las personas con discapacidad visual que se interesan aprender música.
Pero con estas nuevas herramientas, Camila y sus compañeros de banda han podido cursar estudios de música en la Escuela Moderna de Viña del Mar y en la Universidad Católica de Valparaíso. Además, han conformando este ensamble inclusivo que viene de un exitoso debut en la Región de Magallanes, cuyo registro audiovisual acaba de estrenarse.
No contentos con ello, se han dedicado a la gestión cultural: en “Música sin Límites”, entre los bloques de canciones se bajaron las luces del escenario y un proyector desplegó en el telón de fondo fragmentos de un documental retratando el proceso de arreglo y ensayo para el concierto; y en que los integrantes de la banda contaron su relación con la música y el uso del sistema Braille.
Mientras se apagaban los ecos del último acorde de “Sabor a Mí”, la presentadora se asomó al escenario entre los ocho músicos que lo ocupaban y, acompañada de la intérprete de lengua de señas, anunció a la invitada especial de la noche: Elizabeth Morris.
Tras el aplauso de la audiencia del Centro Cultural de España, la destacada cantautora nacional interpretó algunas de sus canciones más conocidas, como “Hacia otro mar”, “Décimas” y “Agua para chocolate”, acompañada con la fuerza del ensamble y los arreglos del director, Octavio Oyarzún. El concierto llevaba por nombre “Música sin Límites” y tras bambalinas existía el ajetreo típico de todo evento musical: carreras de última hora en busca de cables de repuesto, cambios en la disposición escénica hábilmente manejados por la sonidista del equipo, equipajes de los músicos viajeros, maletines de guitarras y teclados, y atriles de partituras. Pero buena parte de las partituras que daban vueltas entre el escenario y el backstage no tenían las llaves de sol, corcheas y silencios brillando en tinta negra. En hojas gruesas y blancas, la mitad de los músicos revisaba sus partes con las yemas de sus dedos: así es la Musicografía Braille.
“La partituras te dan, en este caso, una noción de dónde tu estás situado al momento de ensayar. Te dan nociones rítmicas, armónicas, te posibilitan estar a la par con los demás”, explica Camila Garrido, una de las cantantes. Ella y otros cuatro músicos del ensamble tienen discapacidad visual, incluyendo al director; cuyos arreglos y orquestación para las canciones son transcritos a Braille por la Fundación IDAVA, e impresos para ser utilizados en los ensayos.
De esta manera el lenguaje de la música escrita cruza las brechas de la visión y cambia la comunicación entre músicos con y sin discapacidad. Se trata de una solución práctica a un problema de accesibilidad que afecta a todas las personas con discapacidad visual que se interesan aprender música.
Pero con estas nuevas herramientas, Camila y sus compañeros de banda han podido cursar estudios de música en la Escuela Moderna de Viña del Mar y en la Universidad Católica de Valparaíso. Además, han conformando este ensamble inclusivo que viene de un exitoso debut en la Región de Magallanes, cuyo registro audiovisual acaba de estrenarse.
No contentos con ello, se han dedicado a la gestión cultural: en “Música sin Límites”, entre los bloques de canciones se bajaron las luces del escenario y un proyector desplegó en el telón de fondo fragmentos de un documental retratando el proceso de arreglo y ensayo para el concierto; y en que los integrantes de la banda contaron su relación con la música y el uso del sistema Braille.
El objetivo de la dinámica, según comenta el violinista del ensamble, Diego Gaytán, es hacer una verdadera “mediación cultural”, para visibilizar “la implicancia de la discapacidad dentro del desarrollo profesional en las culturas y las artes”.
Así es como la colaboración con Elizabeth Morris marca un paso adelante en su camino profesional. La experiencia de la artista resultó inspiradora para sus colegas: “si uno quiere idear su propia música, seguir sus sueños y compartir con los demás, siento que eso es súper rescatable de ella”, comenta Camila. Pero el trabajo también generó aprendizajes mutuos: “siento que se abrieron hartos caminos. Ella no conocía la discapacidad por dentro, por lo que pudimos conversar”, explicó.
El concierto cerró con una interpretación a trío en que Morris, Camila y la otra cantante de la banda, Milagros Ordóñez (que se encuentra concursando en The Voice Chilevisión), se repartieron las estrofas de “Gracias a la Vida”, de Violeta Parra, en una versión con aires de blues. Cuando las luces de escenario dieron paso a la iluminación de sala, el público se entremezcló con los intérpretes compartiendo saludos y felicitaciones, conformando una comunidad en que destacó la convocatoria de personas con distintos tipos de discapacidad, en una jornada en que la diversidad no sólo tuvo acceso a la programación cultural, sino que también fue protagonista en el escenario.